SAN LAZARO, Concepción. La comunidad de San Lázaro lleva más de 50 años reclamando el derecho de explotar el principal y quizás único recurso natural disponible: los cerros de piedra caliza que rodean a la comunidad. En tiempos de Stroessner, los depósitos de caliza pasaron a una empresa privada y hoy, los caleros están privados del derecho a una mejor opción de vida.
San Lázaro es una pequeña comunidad ubicada a orillas del río Paraguay, en las inmediaciones del río Apa.
El distrito está habitado por unas 10.000 familias, de las cuales 7.000 están instaladas en la compañía Vallemí.
La creencia común es que Vallemí es una ciudad y no es así, en realidad es un poblado que depende administrativamente de la Municipalidad de San Lázaro.
El funcionamiento de la planta principal de la Industria Nacional del Cemento convirtió a la compañía Vallemí es un polo de desarrollo; San Lázaro, en cambio, quedo relegada.
El poblado de San Lázaro se encuentra en un pequeño vallecito en medio de cuatro cerros que rodean a la comunidad.
Piedra caliza
El distrito está habitado por unas 10.000 familias, de las cuales 7.000 están instaladas en la compañía Vallemí.
La creencia común es que Vallemí es una ciudad y no es así, en realidad es un poblado que depende administrativamente de la Municipalidad de San Lázaro.
El funcionamiento de la planta principal de la Industria Nacional del Cemento convirtió a la compañía Vallemí es un polo de desarrollo; San Lázaro, en cambio, quedo relegada.
El poblado de San Lázaro se encuentra en un pequeño vallecito en medio de cuatro cerros que rodean a la comunidad.
Piedra caliza
La comunidad de San Lázaro vive de la explotación de piedra caliza, aquí no existe otra actividad económica.
Esto explica porque toda la población se involucra en la extracción de piedra, sin importar edad.
Todavía es una realidad lacerante observar a niños picando piedra o transportando trozos de caliza en carretillas, con dirección a los hornos de cocción.
Un detalle: las carretillas no son convencionales como aquellas que observamos en trabajos de la construcción, por ejemplo.
Aquí, las carretillas se construyen con chapas de hierro de 4 milímetros de espesor, son pesadísimas.
Una carretilla de estas pueda llegar a pesar fácilmente 30 kilos.
Al sumar el peso de las piedras uno se pregunta como son capaces de acercar los bloques hasta los hornos.
No es tarea sencilla: se prepara un andamio de madera que llega hasta la boca del horno, por lo general obliga a recorrer unos 30 metros de distancia, la mitad de ellos ya con desnivel.
Mirar a niños y adolescentes cumpliendo esta tarea mueve a sentir compasión. “No hay otro trabajo” es la explicación que se escucha.
Los cerros son ajenos
Miguel Sevila es presidente de la Asociación de Caleros Unidos y Afines de San Lázaro.
Sevila, al igual que toda la población, recuerda con dolor los años nefastos de la dictadura de Alfredo Stroessner: “A mediados de 1960, el Instituto de Bienestar Rural entregó los cerros al señor Alberto Zacur, a partir de allí nos convertimos en parias en nuestra propia ciudad”.
La resolución 1.258 del 16 de noviembre de 1965, del consejo del Instituto de Bienestar Rural, autorizó a Alberto Zacur a explotar los cerros de San Lázaro por espacio de 10 años, con el compromiso de pagar un canon por la extracción de piedras.
“Perdimos todo derecho a trabajar. Los cerros pertenecían a Zacur y no podíamos ingresar para explotar la piedra, solo podíamos ser empleados”, mencionó el señor Sevila.
La comunidad intentó organizarse para recuperar los cerros: “A mediados del 70, se organizaron algunas manifestaciones, pero la población fue violentamente reprimida. En Puerto Casado había un destacamento de la Infantería de Marina. Una madrugada llegaron y reprimieron con violencia a la gente. Nunca más hubo protestas por miedo a una nueva intervención militar”, recordó nuestro entrevistado.
El Estatuto Agrario de aquel entonces prohibía la comercialización de tierras del IBR, antecesor del Indert; sin embargo, Alberto Zacur vendió las fincas a la empresa Minera San Lázaro.
La empresa tomó posesión de los cerros como propietaria, a pesar de la expresa prohibición legal.
San Lázaro quedó sin los cerros, pero no perdió la esperanza de recuperarlos. Esta firme convicción está relacionada íntimamente con la supervivencia de la comunidad: sin medios económicos la diáspora se convierte en el único camino.
Medio siglo pidiendo justicia, mucho tiempo para la comunidad de San Lázaro.
Fuente: ABC (roque@abc.com.py)
Esto explica porque toda la población se involucra en la extracción de piedra, sin importar edad.
Todavía es una realidad lacerante observar a niños picando piedra o transportando trozos de caliza en carretillas, con dirección a los hornos de cocción.
Un detalle: las carretillas no son convencionales como aquellas que observamos en trabajos de la construcción, por ejemplo.
Aquí, las carretillas se construyen con chapas de hierro de 4 milímetros de espesor, son pesadísimas.
Una carretilla de estas pueda llegar a pesar fácilmente 30 kilos.
Al sumar el peso de las piedras uno se pregunta como son capaces de acercar los bloques hasta los hornos.
No es tarea sencilla: se prepara un andamio de madera que llega hasta la boca del horno, por lo general obliga a recorrer unos 30 metros de distancia, la mitad de ellos ya con desnivel.
Mirar a niños y adolescentes cumpliendo esta tarea mueve a sentir compasión. “No hay otro trabajo” es la explicación que se escucha.
Los cerros son ajenos
Miguel Sevila es presidente de la Asociación de Caleros Unidos y Afines de San Lázaro.
Sevila, al igual que toda la población, recuerda con dolor los años nefastos de la dictadura de Alfredo Stroessner: “A mediados de 1960, el Instituto de Bienestar Rural entregó los cerros al señor Alberto Zacur, a partir de allí nos convertimos en parias en nuestra propia ciudad”.
La resolución 1.258 del 16 de noviembre de 1965, del consejo del Instituto de Bienestar Rural, autorizó a Alberto Zacur a explotar los cerros de San Lázaro por espacio de 10 años, con el compromiso de pagar un canon por la extracción de piedras.
“Perdimos todo derecho a trabajar. Los cerros pertenecían a Zacur y no podíamos ingresar para explotar la piedra, solo podíamos ser empleados”, mencionó el señor Sevila.
La comunidad intentó organizarse para recuperar los cerros: “A mediados del 70, se organizaron algunas manifestaciones, pero la población fue violentamente reprimida. En Puerto Casado había un destacamento de la Infantería de Marina. Una madrugada llegaron y reprimieron con violencia a la gente. Nunca más hubo protestas por miedo a una nueva intervención militar”, recordó nuestro entrevistado.
El Estatuto Agrario de aquel entonces prohibía la comercialización de tierras del IBR, antecesor del Indert; sin embargo, Alberto Zacur vendió las fincas a la empresa Minera San Lázaro.
La empresa tomó posesión de los cerros como propietaria, a pesar de la expresa prohibición legal.
San Lázaro quedó sin los cerros, pero no perdió la esperanza de recuperarlos. Esta firme convicción está relacionada íntimamente con la supervivencia de la comunidad: sin medios económicos la diáspora se convierte en el único camino.
Medio siglo pidiendo justicia, mucho tiempo para la comunidad de San Lázaro.
Fuente: ABC (roque@abc.com.py)