Una madre no se cansa de esperar, los fieles marianos cantan a la Virgen de Caacupé el 8 de diciembre. Para doña Obdulia, la fecha es hoy, el 5 de julio, cuando se cumplen cinco años del secuestro de su hijo Edelio, suboficial de policía, a manos de criminales del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Hasta hoy, las autoridades tenían tiempo para dar información a la familia sobre la suerte del cautivo, había emplazado la madre. No es la primera vez; es la enésima, en que los responsables luego la consuelan y le dicen que no tienen información, pero que “creen” que Edelio está vivo.
Los reclamos persistentes de doña Obdulia Florenciano son, sin embargo, apenas un grito solitario en medio de la rutina que enajena. Con el paso del tiempo, la comunidad de Arroyito, Departamento de Concepción, donde vive la familia y ocurrió el secuestro del suboficial Edelio Morínigo el 5 de julio de 2014, va olvidándose de a poco de él; la gente en la calle solo se acuerda del caso en los aniversarios o cuando doña Obdulia habla en los medios de prensa. Pero la familia no pierde la esperanza de volver a ver algún día al único miembro que es agente de policía.
“Ahecha va’erã hetekue, ha’e haguã omanoha”, afirma la mamá del suboficial, quien dice que su hijo aún se encuentra con vida, pese a que varias versiones ya le llegaron, inclusive de los militares de la FTC, cuando le entregaron una fotocopia informando sobre su muerte.
Doña Obdulia recuerda que la única prueba de vida que tuvieron fue el video grabado con Arlan Fick, en octubre del 2014, cuando el joven también estaba secuestrado. Luego, en noviembre de ese mismo año aparecieron panfletos cerca de la casa, en los que el EPP supuestamente daba plazo al Gobierno para la liberación de los miembros recluidos; de lo contrario, acabarían con la vida de Edelio.
“Fue un sábado 5 de julio que mi hijo fue llevado, capaz obligado por sus ‘amigos’, a la cacería; fueron hacia el río Aquidaban. Los demás del grupo había sido que regresaron a sus casas esa misma tarde, dejando a Edelio y recién al día siguiente supimos que él fue llevado por ese grupo armado”, lamenta. Don Apolonio Morínigo, padre de la víctima, cuenta que otro hijo cayó en depresión por la ausencia forzada de su hermano; tiene constantes ataques y empieza a llamar a Edelio.
“El EPP dice que mi hijo es un prisionero de guerra, pero no sé de qué hablan cuando dicen eso, ya que estamos en tiempo de paz, ellos fallaron con el pueblo, ya que llevaron a un inocente, a un pobre”, acusa doña Obdulia, quien considera que el grupo armado es producto de una total ausencia del Estado en el Departamento de Concepción.
“Se perfilaba para una buena carrera”
El ex director del colegio Mayor Julio Otaño, profesor Eulogio Franco, consideró a Edelio Morínigo como uno de los alumnos aplicados de la clase, que desde la época de bachiller ya se perfilaba para hacer la diferencia y tener una buena carrera.
“Era un alumno muy correcto, tenía buenas notas, su familia es muy respetada; junto con él varios alumnos ingresaron en el colegio de Policía”, dijo Franco.
Este mencionó que la gente de Arroyito casi ya no menciona el caso de secuestro, capaz por miedo o simplemente por la total indiferencia.
“Somos muy cortos de memoria, algunas veces, con lo que ocurre en nuestra sociedad, pero este es un caso muy grave, no quiero estar en los zapatos de la familia”, dijo el profesor.
Indicó además que siempre participa de las actividades que conciernen a una manifestación de la familia Morínigo.
“Acompañamos siempre el dolor de la familia”, mencionó el ex director.
“Teníamos grandes proyectos que cumplir”
Su vida quedó en una espera. “Siempre lo recuerdo con amor, mi compromiso matrimonial seguirá vigente siempre, por eso no rehice mi vida”, dice Elisa Mabel Ledezma, esposa de Edelio Morínigo, mientras acaricia el anillo de compromiso que lleva en el dedo, en su lugar de trabajo.
Ya pasaron cinco años del secuestro de Edelio y ella lo sigue esperando como el primer día. Son diez años de relación, llevaban tres años y medio de casados cuando todo acabó. “Nuestro proyecto era tener un refugio, una vivienda, hijos, él quería un gran negocio, con una carnicería, y así quedarse más en su casa; tenía planes de dejar la carrera, pero luego se truncó todo”, menciona Elisa. Recuerda que su marido siempre tenía objetivos que cumplir, ya estaban terminando de hacer la casa, que quedó ahí, en el predio de la casa de sus padres.
AQUEL SÁBADO. Sobre el día del secuestro, Elisa explica que Edelio no quería ir de cacería, prefería ir de pesca, pero le convencieron y ahí le tomaron los miembros del EPP. Elisa no quiere tanto hablar del tema, ya que al recordarlo se pone a llorar, hasta ahora no concibe la idea de su desaparición. Dice que solo le quiere recordar de una manera diferente, de cuando estaban casados, de cuando compartían juntos muchas cosas, de cómo la apoyaba en su carrera de enfermera.
“Yo no me canso de esperar, voy a aguantar siempre y todo es por amor; nadie sabe el dolor que llevo por dentro. Mi familia también sufre por mí, pero tengo que ser fuerte, ya que él siempre me vio así, con mucha fortaleza ante los problemas”, declara la esposa del suboficial secuestrado.
Ella incluso llegó a hablar con el presidente Mario Abdo Benítez, quien también le mencionó que no hay ninguna información concreta sobre su marido, respuesta que viene escuchando desde hace varios años de muchas autoridades.
La mujer pide al grupo armado una sola prueba de vida, ya sea buena o mala, pero que se manifiesten por lo menos, reclama.
Como esposa de un suboficial de Policía, recibe ayuda del grupo de familias de policías como la Ufapol y la Afepol.
Hoy recordará a su marido en una solemne misa en una capilla del barrio San Jorge de Loma Pytá, donde ya lo hizo el año pasado, con sus familiares y camaradas de Edelio, quienes acudieron en gran número.
UH
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