Esta mañana el Gobierno anunció el despliegue de grupos tácticos de la Policía Nacional para reforzar la seguridad en el norte del país, ya que “datos de inteligencia” advertían sobre posibles ataques del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
No obstante, la violencia instalada en la bautizada “zona de influencia del EPP” tiene otros actores que mantienen de rehén a la población.Esto es lo que ocurre al menos en la compañía Arroyito, distrito de Horqueta, en Concepción, donde fue asesinado el dirigente campesino Benjamín Lezcano.
Este asesinato exacerbó los ánimos ya que se trataba de un líder histórico, quien últimamente conducía la lucha contra el indiscriminado avance de la soja en la zona.
“Los sojeros tienen protección de la Fiscalía, la Policía y los militares y no me extraña que estén ahora por allí como cancerberos de ellos”, afirmó a Radio Ñandutí el padre Pablo Cáceres en referencia al operativo policial.
“Yo estuve en la muerte de Benjamín, hay molestia, rabia, hay todo; pero lo del EPP realmente no sé”, añadió.
Cáceres señaló que el grupo armado usa la artimaña de decir que están a favor de los campesinos pobres. “Los campesinos organizados tienen otro tipo de lucha, no son violentos, pero son decididos y son gente que tiene conciencia crítica”, refirió el cura.Eso sí, existe un conflicto “bastante fuerte”, después del asesinato de Lezcano. “En toda la ruta que une Horqueta con Pedro Juan (Caballero), la gente está en alerta porque se oponen a la sojalización de toda esa zona”, comentó.
“La población civil no está de acuerdo con la violencia, llámese secuestro, ahora se puede aprovechar esta forma de presentar el problema porque el campesino está en desacuerdo con la sojalización”, completó.
Violencia de Estado
De acuerdo a Cáceres, que constantemente visita la zona norte del país, de la peor violencia que existen en la zona es la promovida por el Estado a través de las Fuerzas de Operaciones Policiales Especiales (Fope), con el auspicio del Ministerio Público.“La violencia también viene de la Fope, con apresamientos masivos; han matado a un muchacho inocente (un sordomudo), han violentado muchas casas, de manera que la gente tiene más miedo de la Fope que de los otros”, comparó en relación a los supuestos guerrilleros.
El párroco expresa que mientras la policía ampara a los grandes productores, a los campesinos no se les escucha. “Se les está pulverizando a mansalva; hay manantiales que se está contaminando con los venenos, un lugar donde los campesinos suelen surtirse de agua”, contó.
Tras el asesinato del dirigente Lezcano, temen que el Gobierno inicie un proceso de “descabezamiento de las organizaciones campesinas” en la zona norte del país, vinculándolos con el grupo armado.
Desplazamiento
La soja ingresó hace unos años en el primer departamento, desde el distrito de Azotey. “Hay poblaciones que van desapareciendo por causa del avance de la soja porque no tienen lucha, se callan, se mudan y desaparecen; sobre todo las comunidades indígenas”, relató Cáceres.“Es muy común encontrar que en muchas comunidades campesinas, escuelaskue y tupaokué. Es por el problema de sojalización y la plantación extensiva de pastos –expuso-. En Azotey ya entró, ya hay problemas con mareos, criaturas con granos y muchos se mudan porque no pueden soportar y otros que están organizando resisten”.
Y la resistencia tiene el componente de cortar alambradas, atacar a tractoristas, etc. “En la zona de Kurusu de Hierro, los de la Fope ingresaron a casas, golpearon a personas de edad, etc. Y eso en la ciudad no se sabe porque son gente que no tiene voz”, dijo.
Según su relato, los productores brasileros se congracian con los campesinos y primero le ofrecen trabajo de carpida, al año siguiente comienzan a plantar maíz y después soja. “A los dos o tres años, ya le compran la tierra a los campesinos, por las buenas o las malas”.
Fuente: paraguay.com
No obstante, la violencia instalada en la bautizada “zona de influencia del EPP” tiene otros actores que mantienen de rehén a la población.Esto es lo que ocurre al menos en la compañía Arroyito, distrito de Horqueta, en Concepción, donde fue asesinado el dirigente campesino Benjamín Lezcano.
Este asesinato exacerbó los ánimos ya que se trataba de un líder histórico, quien últimamente conducía la lucha contra el indiscriminado avance de la soja en la zona.
“Los sojeros tienen protección de la Fiscalía, la Policía y los militares y no me extraña que estén ahora por allí como cancerberos de ellos”, afirmó a Radio Ñandutí el padre Pablo Cáceres en referencia al operativo policial.
“Yo estuve en la muerte de Benjamín, hay molestia, rabia, hay todo; pero lo del EPP realmente no sé”, añadió.
Cáceres señaló que el grupo armado usa la artimaña de decir que están a favor de los campesinos pobres. “Los campesinos organizados tienen otro tipo de lucha, no son violentos, pero son decididos y son gente que tiene conciencia crítica”, refirió el cura.Eso sí, existe un conflicto “bastante fuerte”, después del asesinato de Lezcano. “En toda la ruta que une Horqueta con Pedro Juan (Caballero), la gente está en alerta porque se oponen a la sojalización de toda esa zona”, comentó.
“La población civil no está de acuerdo con la violencia, llámese secuestro, ahora se puede aprovechar esta forma de presentar el problema porque el campesino está en desacuerdo con la sojalización”, completó.
Violencia de Estado
De acuerdo a Cáceres, que constantemente visita la zona norte del país, de la peor violencia que existen en la zona es la promovida por el Estado a través de las Fuerzas de Operaciones Policiales Especiales (Fope), con el auspicio del Ministerio Público.“La violencia también viene de la Fope, con apresamientos masivos; han matado a un muchacho inocente (un sordomudo), han violentado muchas casas, de manera que la gente tiene más miedo de la Fope que de los otros”, comparó en relación a los supuestos guerrilleros.
El párroco expresa que mientras la policía ampara a los grandes productores, a los campesinos no se les escucha. “Se les está pulverizando a mansalva; hay manantiales que se está contaminando con los venenos, un lugar donde los campesinos suelen surtirse de agua”, contó.
Tras el asesinato del dirigente Lezcano, temen que el Gobierno inicie un proceso de “descabezamiento de las organizaciones campesinas” en la zona norte del país, vinculándolos con el grupo armado.
Desplazamiento
La soja ingresó hace unos años en el primer departamento, desde el distrito de Azotey. “Hay poblaciones que van desapareciendo por causa del avance de la soja porque no tienen lucha, se callan, se mudan y desaparecen; sobre todo las comunidades indígenas”, relató Cáceres.“Es muy común encontrar que en muchas comunidades campesinas, escuelaskue y tupaokué. Es por el problema de sojalización y la plantación extensiva de pastos –expuso-. En Azotey ya entró, ya hay problemas con mareos, criaturas con granos y muchos se mudan porque no pueden soportar y otros que están organizando resisten”.
Y la resistencia tiene el componente de cortar alambradas, atacar a tractoristas, etc. “En la zona de Kurusu de Hierro, los de la Fope ingresaron a casas, golpearon a personas de edad, etc. Y eso en la ciudad no se sabe porque son gente que no tiene voz”, dijo.
Según su relato, los productores brasileros se congracian con los campesinos y primero le ofrecen trabajo de carpida, al año siguiente comienzan a plantar maíz y después soja. “A los dos o tres años, ya le compran la tierra a los campesinos, por las buenas o las malas”.
Fuente: paraguay.com