- La cueva de Riso, en el departamento de Concepción, se atisba como un tesoro intacto para los paleontólogos con el inesperado hallazgo de restos de roedores junto al fósil de un perezoso gigante del Pleistoceno, que pueden dar información sobre el medio ambiente en ese período.
Se trata de cinco mandíbulas de un centímetro y medio cada una y con casi todos sus molares, correspondientes a cuatro diminutas especies de roedores que vivieron hace 10.000 años, lo que constituye el primer registro fósil de este tipo en Paraguay.
"Es de un valor incalculable porque el estudio de los restos ayudará a conocer el tipo de alimentación de esos roedores y así se podría saber cómo evolucionó el clima y la vegetación de la zona", dijo a Efe Víctor Filippi, investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Facen) de la Universidad Nacional de Asunción.
El área es un ecotono, como se conoce a la confluencia de varios ecosistemas, en este caso los del Chaco, seco, y del Cerrado, de bosques y pastizales.
Filippi y su equipo encontraron los restos de los pequeños mamíferos (Graomys chacoensis; Oligoryzomys; Holochilus chacarius y Calomys) mientras estudiaban los restos del perezoso gigante (Catonyx cuvieri), que encontraron hace dos años.
Hasta entonces se creía que la especie, hoy extinguida, era exclusiva de Brasil y Uruguay.
La placa fosilizada era la joya de la caverna, ubicada en las inmediaciones de Vallemí, a unos 610 kilómetros al norte de Asunción, donde también se halló el osteoderno de un cocodrilo.
Sin embargo, un acto de vandalismo causó graves daños al esqueleto del perezoso poco después de su descubrimiento.
"Cuando se descubrió prácticamente estaba intacto, casi el 75 % del original, medía unos 2,8 metros desde la cola hasta el hombro, de los tres metros que podía alcanzar la especie", dijo Filippi.
Se recuperó "lo que se pudo", más de la mitad de la cola, un tercio de la cadera, alguna costilla y parte de las extremidades, explicó.
El pariente menor de ese animal está lejos de esas medidas, tiene unos 70 centímetros y solo se encuentra en las cuencas del Amazonas.
Tras el destrozo, el esqueleto fosilizado, que antes del vandalismo había sido protegido con un capullo de yeso rodeado de sedimentos, fue trasladado a las dependencias de la Facen, en Asunción, para intentar descifrar sus claves en los mermados restos.
Fue entonces cuando surgió la sorpresa, al aparecer en ese mismo nivel sedimentario los vestigios de los roedores. "Fue un regalo del cielo, porque estábamos demolidos con lo que pasó al perezoso", reconoció Filippi.
El equipo de expertos, en el que también participan el biólogo Julio Torres y el investigador Ulises Pardiña, del Centro Nacional Patagónico, aun desconoce por qué los animales estaban en la cueva.
"Es una interrogante que no podemos contestar. No se tiene conocimiento de que los perezosos y los roedores estén asociados a cavidades. Es algo a descubrir", reconoció Filippi.
La cueva de Riso fue explorada por vez primera en 2008 por Filippi y por miembros de la Federación de Espeleología de Paraguay, que ya vieron entonces miles de fósiles.
"Es una locura (el sitio). Es el yacimiento más grande de vertebrados fósiles de Paraguay, donde esos registros son muy puntuales (...) Creo que puede haber especies nuevas nunca descubiertas", aseveró.
La cueva, de unos 40 metros de profundidad, se ubica en el único paisaje cárstico de Paraguay, Vallemí, también conocido como "la capital del cemento", ya que allí operan varias empresas cementeras y de extracción de cal.
Y aquí es donde empiezan los obstáculos para la investigación.
Una de esas firmas, Calera Riso, es la propietaria de la cueva, y ha negado el permiso para la exploración, después de haber dado el visto bueno en la época en que se extrajo el perezoso.
Ahora la Facen espera que la empresa y el Ministerio de Cultura, el encargado de autorizar este tipo de exploraciones, lleguen a un compromiso que satisfaga a los paleontólogos.
"Nuestro deseo es reactivar la investigación y contribuir con ella a la comunidad científica", dijo Filippi.
Fuente: UH
"Es de un valor incalculable porque el estudio de los restos ayudará a conocer el tipo de alimentación de esos roedores y así se podría saber cómo evolucionó el clima y la vegetación de la zona", dijo a Efe Víctor Filippi, investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Facen) de la Universidad Nacional de Asunción.
El área es un ecotono, como se conoce a la confluencia de varios ecosistemas, en este caso los del Chaco, seco, y del Cerrado, de bosques y pastizales.
Filippi y su equipo encontraron los restos de los pequeños mamíferos (Graomys chacoensis; Oligoryzomys; Holochilus chacarius y Calomys) mientras estudiaban los restos del perezoso gigante (Catonyx cuvieri), que encontraron hace dos años.
Hasta entonces se creía que la especie, hoy extinguida, era exclusiva de Brasil y Uruguay.
La placa fosilizada era la joya de la caverna, ubicada en las inmediaciones de Vallemí, a unos 610 kilómetros al norte de Asunción, donde también se halló el osteoderno de un cocodrilo.
Sin embargo, un acto de vandalismo causó graves daños al esqueleto del perezoso poco después de su descubrimiento.
"Cuando se descubrió prácticamente estaba intacto, casi el 75 % del original, medía unos 2,8 metros desde la cola hasta el hombro, de los tres metros que podía alcanzar la especie", dijo Filippi.
Se recuperó "lo que se pudo", más de la mitad de la cola, un tercio de la cadera, alguna costilla y parte de las extremidades, explicó.
El pariente menor de ese animal está lejos de esas medidas, tiene unos 70 centímetros y solo se encuentra en las cuencas del Amazonas.
Tras el destrozo, el esqueleto fosilizado, que antes del vandalismo había sido protegido con un capullo de yeso rodeado de sedimentos, fue trasladado a las dependencias de la Facen, en Asunción, para intentar descifrar sus claves en los mermados restos.
Fue entonces cuando surgió la sorpresa, al aparecer en ese mismo nivel sedimentario los vestigios de los roedores. "Fue un regalo del cielo, porque estábamos demolidos con lo que pasó al perezoso", reconoció Filippi.
El equipo de expertos, en el que también participan el biólogo Julio Torres y el investigador Ulises Pardiña, del Centro Nacional Patagónico, aun desconoce por qué los animales estaban en la cueva.
"Es una interrogante que no podemos contestar. No se tiene conocimiento de que los perezosos y los roedores estén asociados a cavidades. Es algo a descubrir", reconoció Filippi.
La cueva de Riso fue explorada por vez primera en 2008 por Filippi y por miembros de la Federación de Espeleología de Paraguay, que ya vieron entonces miles de fósiles.
"Es una locura (el sitio). Es el yacimiento más grande de vertebrados fósiles de Paraguay, donde esos registros son muy puntuales (...) Creo que puede haber especies nuevas nunca descubiertas", aseveró.
La cueva, de unos 40 metros de profundidad, se ubica en el único paisaje cárstico de Paraguay, Vallemí, también conocido como "la capital del cemento", ya que allí operan varias empresas cementeras y de extracción de cal.
Y aquí es donde empiezan los obstáculos para la investigación.
Una de esas firmas, Calera Riso, es la propietaria de la cueva, y ha negado el permiso para la exploración, después de haber dado el visto bueno en la época en que se extrajo el perezoso.
Ahora la Facen espera que la empresa y el Ministerio de Cultura, el encargado de autorizar este tipo de exploraciones, lleguen a un compromiso que satisfaga a los paleontólogos.
"Nuestro deseo es reactivar la investigación y contribuir con ella a la comunidad científica", dijo Filippi.
Fuente: UH