Puerto de Concepción, una jornada radiante de invierno con una temperatura agradable y sol espléndido, clima ideal para que los pasajeros se desplacen a cada instante a la isla Chaco´i (isla Hermosa) ubicada frente a la ciudad.
El movimiento es fluido entre lanchas que cargan y descargan como hormigas, vienen y van las pequeñas canoas manejadas por hombres de brazos musculosos de tez curtida por los rayos solares y con canas relucientes.
Los boteros forman filas a orillas del río hasta donde llegan los pasajeros con sus paquetes, bicicletas y hasta motos para cruzar el río epónimo.
Estos trabajadores de las aguas ganan el pan de cada día a puro remo, aunque hoy en día estos restos de madera con planchas van siendo desplazados por los motores, que disminuyen tiempo y velocidad, demandados por los viajeros.
"Casi todos ya tienen sus motorcitos; eso ayuda y agiliza los viajes y aliviana el esfuerzo físico", dijo don Cecilio Cañete, botero y olero.
El trabajador cuenta que el trabajo tiene remuneración en época de verano, mientras en otros momentos hay que rebuscarse con otras labores para sobrevivir en familia.
"Yo también me dedico a la olería, por eso mi bote es más grande, pero aún no tengo motor, es así que sigo remando, remando para sobrevivir", dice Cañete.
Actualmente son aproximadamente 20 boteros que trabajan de día y de noche. Todos son de la isla que mantienen a sus familias hace años de este modo. Cada servicio tiene un costo de G. 3.000. Algunos tienen sus propios clientes a los que cobran semanal o mensual mente.
Según explican, los trabajos no faltan, aunque depende de la temporada para que los ingresos sean más importantes o ajustados. Pero sí, tienen una sentida necesidad; precisan de salvavidas pero para ellos los costos que representan son altos. "Estamos pidiendo a las firmas comerciales que nos apoyen con salvavidas, así le hacemos propaganda, pero nadie quiere", sostiene don Cañete.
El puerto de Concepción es un lugar histórico, donde se centran las principales actividades fluviales. En frente habitan cientos de pobladores que tienen una vivencia particular, ya que con cada crecida del río deben abandonar su hábitat.
UH