Los indígenas mbya guarani de Hugua Ñandu están obligados a caminar 13 kilómetros para llegar a un precario puesto de salud más cercano, si precisan asistencia médica. Tampoco cuentan con recursos para terminar de construir una escuelita a la cual asisten niños de la comunidad. Luz eléctrica y agua potable hasta ahora son inalcanzables para los nativos que rechazaron la carne del EPP.
La triste realidad de los nativos de la comunidad Vy’a Renda de la localidad de Boquerón, en esta zona del país, prácticamente los obliga a no enfermarse, ya que si sufren algún padecimiento deben caminar 13 kilómetros hasta el puesto de salud de Hugua Ñandu, que tampoco cuenta con infraestructura adecuada para atender casos de urgencia.
Los nativos no cuentan con ningún medio de transporte y dependen de un colectivo que pasa por la zona solo tres veces a la semana, para llegar a destino. Acostumbran caminar con el enfermo a cuestas porque están abandonados a su suerte. “Cuando tenemos casos de urgencia, tenemos que pedir socorro a los de la Gobernación de Concepción para que nos envíen un vehículo, para trasladar a nuestros enfermos”, dijo el líder de la comunidad, Isidro Fernández (45).
La capital del Primer departamento está ubicada a 125 kilómetros de la comunidad nativa. El tramo se torna intransitable con cada lluvia, lo que dificulta la entrada a la zona de vehículos y retrasa la atención médica a los enfermos.
Dentro de todas las limitaciones que tienen que sortear, los indígenas se organizaron para garantizar la educación de sus niños y apenas edificaron parte de una escuelita, que ni siquiera está cerrada porque no tienen maderas.
A partir de este año, más de 50 niños recibirán educación en la precaria escuela, gracias a las gestiones de los líderes de la comunidad, quienes consiguieron rubros para dos maestros de primaria.
Otra necesidad fundamental de los nativos es un pozo artesiano, ya que los niños beben de una naciente situada a un kilómetro de su escuela. La institución no tiene luz eléctrica porque la ANDE se niega cederles energía a los nativos, al no contar con título de propiedad del lugar que habitan.
Pese a toda la miseria que los rodea, los indígenas de la parcialidad mbya guarani de la comunidad Vy’a Renda demostraron tener integridad y respeto por una familia, que hoy llora a un ser querido en manos de una banda de secuestradores. Dijeron que no serían capaces de beneficiarse a costa del sufrimiento ajeno, pese a que ellos mismos sufren a diario el abandono del Estado.
Los nativos no cuentan con ningún medio de transporte y dependen de un colectivo que pasa por la zona solo tres veces a la semana, para llegar a destino. Acostumbran caminar con el enfermo a cuestas porque están abandonados a su suerte. “Cuando tenemos casos de urgencia, tenemos que pedir socorro a los de la Gobernación de Concepción para que nos envíen un vehículo, para trasladar a nuestros enfermos”, dijo el líder de la comunidad, Isidro Fernández (45).
La capital del Primer departamento está ubicada a 125 kilómetros de la comunidad nativa. El tramo se torna intransitable con cada lluvia, lo que dificulta la entrada a la zona de vehículos y retrasa la atención médica a los enfermos.
Dentro de todas las limitaciones que tienen que sortear, los indígenas se organizaron para garantizar la educación de sus niños y apenas edificaron parte de una escuelita, que ni siquiera está cerrada porque no tienen maderas.
A partir de este año, más de 50 niños recibirán educación en la precaria escuela, gracias a las gestiones de los líderes de la comunidad, quienes consiguieron rubros para dos maestros de primaria.
Otra necesidad fundamental de los nativos es un pozo artesiano, ya que los niños beben de una naciente situada a un kilómetro de su escuela. La institución no tiene luz eléctrica porque la ANDE se niega cederles energía a los nativos, al no contar con título de propiedad del lugar que habitan.
Pese a toda la miseria que los rodea, los indígenas de la parcialidad mbya guarani de la comunidad Vy’a Renda demostraron tener integridad y respeto por una familia, que hoy llora a un ser querido en manos de una banda de secuestradores. Dijeron que no serían capaces de beneficiarse a costa del sufrimiento ajeno, pese a que ellos mismos sufren a diario el abandono del Estado.
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