Mientras un ejército los buscaba, los miembros del grupo armado comían asado de vacas robadas y bebían en Yvyraty, a 12 kilómetros del centro urbano. Los vecinos lo sabían, pero temían hablar.
Si las fuerzas policiales y militares hubieran querido capturar a los miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), les hubiera bastado con rodear un pequeño lote agrícola de 11,5 hectáreas, en el barrio Yvyraty, a solo 12 kilómetros del centro urbano de Horqueta.Hasta el 1 de agosto de 2009, los integrantes del grupo armado permanecían resguardados desde hacía varios meses en un campamento instalado en una reducida zona boscosa, en los fondos de la casa que habitaban Alejandro Ramos Morel, dirigente de la Organización Campesina del Norte (OCN), y su esposa, Lurdes Ramírez.
ROBO DE RESES.
Para alimentarse robaban reses vacunas de las estancias de la zona, que faenaban en el mismo sitio, y con la carne preparaban suculentos asados a la estaca, que eran regados con abundante cerveza, a juzgar por la gran cantidad de latitas de Brahma que fueron halladas diseminadas en la espesura, y que aún siguen allí, dos meses después de que el ganadero Cecilio Ledesma los descubrió accidentalmente, cuando seguía el rastro de una vaca desaparecida.
Vecinos consultados por Última Hora admiten que ellos ya sabían que eran los presuntos guerrilleros del EPP quienes salían y entraban del monte, aunque evitaban hablar del tema, por temor a represalias. También confiesan sus sospechas de que miembros de la Policía de Horqueta estaban enterados de la presencia, ya que era un secreto a voces, y confirman que camionetas patrulleras pasaron en varias ocasiones por el camino vecinal frente a la casa de los Ramos, a unos cien metros del campamento.
MUCHO MIEDO.
"Sí señor, los guerrilleros estaban allí, en ese montecito detrás de la casa de Ramos, desde hacía varios meses. Mientras los militares les buscaban allá por Kurusu de Hierro, ellos estaban aquí nomás. Muchos sabíamos, pero nadie se animaba a decir nada", afirma uno de los vecinos, quien acepta hablar ante la promesa de que su verdadera identidad no aparecerá en el reportaje.
DEMASIADO SERIO.
Otro morador, Sotero Jara, quien tiene su lote pegado al de Ramos, prefiere no tocar el tema, y se le nota el miedo en el quiebre de su voz y en el temblor de sus manos. "Es demasiado serio lo que nos pasó, este muchacho Ramos nos metió en un compromiso muy grande a todos los de la comunidad", dice simplemente, tras contar que también su casa fue allanada por la Fiscalía, en busca de evidencias, pero no encontraron nada.
Yvyraty es una fracción habilitada por el Instituto Nacional de Desarrollo Rural (Indert), en donde los Ramos ocupan el lote número 21 de la manzana 13, con una extensión de 11,5 hectáreas. El terreno figura a nombre de la esposa, Lurdes Ramírez, pero aún no está pagado y menos aún titulado.
La vivienda es de madera rústica, de una sola habitación, un amplio corredor, una cocina posterior, con paredes de ladrillo y techo de paja. La casa está vacía, abandonada, y solo un termo de metal reluciente quedó depositado sobre un tablón. Nadie lo quiere tocar, por miedo a que sea una bomba cazabobos.
DIRIGENTE.
"A este muchacho, Alejandro Ramos, le conocíamos como un activo dirigente de la OCN. Muchas veces nos ayudó a reclamar por nuestras tierras, pero últimamente le veíamos muy metido con José Villalba, hermano de Carmen Villalba. Llevaban gente y hacían manifestaciones en Horqueta, y ponían ese cartel que pedía la libertad de los presos del EPP. Al ver el movimiento de personas en el montecito detrás de su casa, ya entendimos en qué andaba", dice el otro vecino, el que prefiere permanecer anónimo.
DISPAROS DESDE EL MONTE
"Los policías nos avisaron, llegamos y realizamos el procedimiento. Al anochecer, mientras se estaba revisando la casa, empiezan a sonar disparos desde el monte. Los policías responden al fuego, y se produce una gran balacera. Por suerte no hubo ningún herido", recuerda Favio Echegaray, asistente del fiscal Guillermo Ortega, de Horqueta, quien participó del operativo.
Tras el sorpresivo ataque, los disparos cesaron. Nadie se animó a entrar al monte a perseguirlos, en la oscuridad. Al día siguiente ya no quedaban rastros de su huida. Días después llegaron la fiscala Sandra Quiñónez y un grupo de expertos de la Unidad, quienes, tras una minuciosa revisión del campamento abandonado, encontraron valiosos documentos, cartas manuscritas y un fajo de 28.000 dólares, que luego se comprobó forman parte del rescate pagado por el secuestro del ganadero Luis Lindstron.
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