A casi 500 kilómetros de Asunción y una distancia importante de la ciudad de Belén, la gran revelación de la última temporada, estaba gozando del paisaje de su querido Peguahomi, una modesta compañía ubicada en el primer departamento, donde se crió, malcrió y aprendió a dar las primeras patadas a su bendito balón de fútbol.
Nada de playa, nada de bronceado, nada de las paradisíacas vacaciones a la que están acostumbrados normalmente los jugadores de fútbol. Encontramos a Robert Rojas carpiendo y limpiando los alrededores de su casa. Con una amabilidad única y sentido servicial increíble, el zaguero de la selección suelta sus herramientas de trabajo, se lava las manos y para aplacar un poco el calor nos invita a pasar: “ja’u la tereré (vamos a tomar tereré)”, exclama.
Con un orgullo que se le notaba en los ojos y una emoción que solamente él podrá describir, Rojas nos presentó a los miembros de su familia e invitó a recorrer su pequeño “barrio”, que está conformado básicamente por sus tíos y la abuela Viviana.
Cada uno de los integrantes de su familia sentía una necesidad de expresar el tremendo orgullo que significaba para ellos que Robert haya llegado a cumplir su sueño. “Rovy’aiterei hese, ha’e la re orgullo. Che fanático hese ymaiterire (demasiado felices estamos con él. Es nuestro orgullo. Yo soy muy fanático de él, desde siempre)”, expresó con un guaraní cerrado don Pablo Cantero, uno de los tíos del zaguero, que cuenta que al no tener cable, solía viajar en moto unos 20 kilómetros para ir a ver los partidos de Guaraní.
Doña Viviana (la abuela) tampoco puede ocultar su emoción y hasta lagrimeando cuenta que le produce sensaciones indescriptibles ver a su nieto en televisión, pero aclaró que casi nunca ve sus partidos. “Ahecha chupe, pero la ohuga javepe namañái la partidore. Akyhyje la operderoguara. Ndaikuaái mba’erepa, pero chemo korasô perere (Le veo en la tele, pero cuando juega, nunca miro sus partidos. Tengo miedo que pierda. No sé por qué, pero me da taquicardia)”, contó la abuela paterna.
Mucha humildad y un objetivo claro
Robert dijo que toda la vida prefiere pasar las vacaciones a lado de sus seres queridos, en su “valle” y con la gente que se crió, en vez de gastar el dinero que ha conseguido con tanto esfuerzo. “Extrañaba mucho todo esto. A mi familia, mis amigos, ellos significan todo para mí. Por más que te parezca que no hay mucho acá, da gusto estar. Este es mi lugar en el mundo. No hay que olvidarse nunca de dónde uno viene”, reflexionó, tras un largo callar.
Rojas muestra cómo está el arco de la canchita donde comenzó a jugar. Tiene como sueño hacer un campo sintético, el día que sea transferido, según comentó. FOTOS DE JAGUA'I
Aunque le salió algunas ampollas, no ha perdido el don de usar el machete, la asada y otros instrumentos que se utilizan en la chacra. “De todo un poco hice desde que vine (eso fue en diciembre). Además de carpir y otras cosas, trabajo con los animales, principalmente las vacas, porque hay que encerrarlos y también darles agua y comida. Esas costumbres nunca las perdí. Al contrario, todo acá me relaja. Lo único molestoso es el ruido de las cigarras”, dice, con una carcajada encima.
A pesar de que ya ganó un dinero importante y logró un contrato mejorado, Robert no piensa en lujos como un auto o mudarse a un departamento para vivir solo. Asegura que no son prioridades y su objetivo es “romperla” en el 2018. “Colectivope aikoporaiterei (en colectivo ando demasiado bien). Creo que no es necesario aún el vehículo, eso se dará en su momento, no me preocupa ese tema. Tampoco pienso mudarme de la pensión del club. Aikoporaiterei upepe (vivo demasiado bien allí. Estaré ahí hasta que me echen)”, ironizó.
El duro camino para llegar
Pocos saben, pero Rojas casi abandonó el sueño y un llamado le cambió la vida en Guaraní: “Al inico del 2017 una persona me dijo que el técnico no me iba a tener en cuenta en la Primera, con la que estaba practicando hasta el fin del 2016. Eso me hizo decaer. Estaba decidido en volver y el día que estaba juntando mis cosas, me llama un directivo y me dice que me haga los estudios médicos y que me prepare para viajar a la pretemporada. No podía creer. Después trabajé muchísimo y me fue demasiado bien, mejor de lo que me imaginé”, explicó el zaguero aurinegro.
Sobre su llegada a la capital y sus primeros días en Guaraní, recordó que sufrió bastante, principalmente cuando le tocó quedarse en Ypané, predio de las inferiores del Aurinegro: “¡Nde! Hendy (difícil) es en Ypané. No había nada ahí, pero nada. Tu cama y vos. Sin ventilador y con muchos mosquitos. Sacaba mi colchón afuera, pero amanecía peleándome con los mosquitos. Cuando llegué recién no sabía qué hacer. Le ayudaba al cuidador a cortar el pasto, a tirar las hojas. Un mes por ahí estuve así. Mi papá me llamaba y me preguntaba cómo estaba. Para no preocuparle, le decía que estaba mejor que nunca, pero era mentira, por dentro estaba llorando. Aguanté bastante, pero todo esfuerzo vale la pena”, afirmó con una voz tajante y llena de orgullo.
Él mismo montó su mini gimnasio, con hierros desechados. Reutilizó una vieja barra y para las piernas, amarró una llanta en desuso. Muy ingenioso. FOTOS DE JAGUA'I
El fútbol premia la perseverancia y fiel prueba de ello es lo que ha pasado con Robert Rojas. El mejor zaguero del fútbol paraguayo de la temporada 2017 terminó cumpliendo sueños, que para él parecían lejanos e inalcanzables. Debutó en Primera el año pasado, se ganó la titularidad en el Aborigen, disputó la Copa Libertadores y por si fuera poco, fue convocado a la selección paraguaya para los últimos combos del clasificatorio mundialista.
Aunque sueña con alguna transferencia, dijo que primero quiere ganarse el rótulo definitivo de jugador de Primera y si es posible, continuar en la Albirroja, en la que aún no debutó, pero ya estuvo en el banco de suplentes.
LN
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