2 may 2010

Cómo funciona la ofensiva militar de Lugo para capturar a guerrilleros

Nota de Clarin - Argentina
Deben estar buscando fantasmas. O a "Jasy Jatere", un genio, el Cupido
guaraní, que con una varita mágica puede volverse invisible. Porque los
tres pelotones de 15 policías cada uno de las fuerzas de elite recorren
el monte y no encuentran a nadie.


Ni a un sólo poblador y, mucho menos,
a alguno de los miembros del autodenominado Ejército del Pueblo
Paraguayo (EPP), un grupo guerrillero que tiene en vilo a los paraguayos
y por el cual el presidente Fernando Lugo ordenó hace una semana el
Estado de excepción en cinco departamentos y movilizar a 3.300 militares
y policías para dar con ellos.
El monte es tupido, cubierto de palmeras, cedros, palo santo, incienso,
yerba mate y sésamo. Y unos enormes hormigueros de tierra rojiza, que
superan el metro y medio de altura y diámetro. Entre los pajonales,
apenas se distingue el uniforme color caqui de la fuerza de elite,
armada con fusiles M15 y M16, cuchillos y pistolas. A unos 25 kilómetros
de la ruta, está el arroyo Cagatá. "Vamos a hacer un recorrido por su
orilla, porque seguro que 'estos' usan los ríos para movilizarse. Así no
dejan rastros", dice a Clarín un policía, que no da su nombre y que
-como sus compañeros-- no lleva identificación, pero que están al mando
del comisario principal Carlos Aguilera, jefe policial de Concepción.
"No puedo hablar", dice. "El único que puede hacerlo es el general
Néstor Quiñones, a cargo del operativo", agrega, algo molesto. No es
posible seguirlos. Regresan dos horas después, exhaustos y con las manos
vacías. "Nada", dice uno de ellos, como si hiciera falta aclarar que no
hubo arrestos.
El epicentro de la búsqueda es Arroyito, un caserío a 80 kilómetros de
Concepción, al costado de la ruta que lleva a Asunción, a casi 500
kilómetros de la capital paraguaya. Concepción es la capital de uno de
los cinco departamentos bajo el Estado de excepción. Allí, el 21 de
abril pasado, un grupo de unos 10 miembros del EPP mató a cuatro
guardias privados de seguridad de una estancia, a la que llegaron con la
intención de secuestrar a su dueño. No lo lograron. Pero consiguieron
que todas las fuerzas de seguridad paraguayas estén tras sus pasos, en
un operativo que el gobierno admitió que costará por 30 días unos
850.000 dólares.
Mientras la policía se mete al monte, el ejército movilizado por Lugo
cumple tareas más bien burocráticas, porque aún no recibió la orden de
largarse tierra adentro a la caza del EPP: a lo largo de 100 kms de la
ruta, al menos 5 retenes militares piden documentos, revisan autos y
camiones y toman tereré bajo la sombra frondosa de algún árbol. "Primero
haremos inteligencia, luego actuaremos", dice a Clarín una fuente militar.
Pero de pronto, en la rotonda de entrada a Concepción -con sus 80.000
almas tomando el descanso de la una de la tarde-- soldados del
Regimiento de Infantería 10 Sauce pelean a brazo partido. Son cinco
contra uno. Hay gritos, miradas de asombro por ese combate callejero
bajo un cielo plomizo. Finalmente, la superioridad numérica puede más
que la fuerza bruta de un cebú que insistía en echarse sobre el asfalto,
a hacer su siesta. Lo atan con una soga a un poste de la luz. Queda
arrestado.
Encarnación tiene la piel blanca como la leche. Está sentada en un
sillón como de antigua peluquería en la puerta de un salón de belleza
-debe llamarse "Katy"--, sobre una de las calles laterales del Mercado
Municipal. Debe andar por los 75 años y se está haciendo depilar las
cejas. Encarnación odia a Lugo tanto como al EPP: "¿Cómo le parece a
usted que va a andar dejando hijos por ahí, siendo obispo?", dice y no
llega a persignarse. "A esos hay que meterles bala, como hacía
Stroessner, para que vuelva la tranquilidad", agrega. Operativo "Py
Aguapy" (tranquilidad en guaraní) se llama,|precisamente, la operación
lanzada por Lugo.
Los que no están tranquilos son los ganaderos dueños de millonarias
haciendas y los campesinos, pobres y olvidados, en esta zona en la que
no existe el Estado, y mucho menos educación, salud o viviendas dignas
para ellos, "tierra fértil" para que prenda el discurso "revolucionario"
del EPP. Y "tierra fértil", también, para que salgan a la caza de algún
rico hacendado, en la región ganadera por excelencia del país. El 17 de
enero, el EPP liberó al ganadero Fidel Zavala, luego de que la familia
pagara un rescate de unos 500.000 dólares y repartiera carne para
sectores marginados de Asunción, tras 94 días de cautiverio. Había sido
secuestrado en su estancia, Rancho Z, a unos 70 km de Concepción, por un
grupo comando, al parecer los mismos hombres que forman la "comandancia"
del EPP. Y el 31 de julio de 2008, secuestraron al ganadero Luis
Lindstron y lo liberaron el 12 de septiembre de ese año tras el pago de
300.000 dólares.
José Galeano es el presidente de la Asociación Rural de Concepción y
recibe a Clarín en su estancia, de más de 1.000 hectáreas, ubicada en
Horqueta, 40 kilómetros al norte de esta ciudad. Tiene miedo y se nota.
"Estamos con temor porque no se ve voluntad política para solucionar
este problema. Nosotros apoyamos el Estado de excepción, pero el
ejército debe entrar al monte, no quedarse en las rutas", dice este
hombre de hablar pausado, vestido con una remera y botas de monte.
Representa a 170 grandes ganaderos de la región, propietarios de
estancias que llegan a las 20.000 hectáreas. Cada hectárea cuesta entre
500 y 700 dólares.

-¿Y no tienen guardias de seguridad privados?, pregunta Clarín.

--No sirve de mucho, porque el EPP está bien entrenado, conocen el monte
y tienen mejores armas que la Policía. Además, deben contar con el apoyo
de campesinos, que los protegen o al menos no los denuncian si los ven.

Paraguay figura entre los países con peor distribución de la riqueza de
la región: el 20% más rico concentra el 62,4% de los ingresos y el 10%
más pobre apenas el 0,7%. Según el gobierno paraguayo, el 40% de los
siete millones de habitantes son pobres, pero para la CEPAL esa cifra
trepa al 50%. Y los campesinos figuran al tope, en un país en el que la
población rural es casi la mitad del total. En esta región, un jornalero
cobra por día unos 7,5 dólares, cuando el salario mínimo es de poco más
de 300 dólares. Y apenas tienen el 15% de las 600.000 hectáreas aptas
para la ganadería que hay en la región.
La Organización Campesina del Norte estuvo en el centro del huracán
porque algunos de sus miembros fueron arrestados o están prófugos por
vínculos con el EPP. Isidoro Bazán es su presidente y representa a 1.200
asociados que en promedio tienen una pequeña chacra de 5 hectáreas. "El
problema es que ahora los campesinos somos sospechosos de todo y la
policía y los militares nos acosan", dice a Clarín en la sede de la
organización, unos kilómetros al norte de Concepción, una casa con
galpón y paredes húmedas, en donde sobresale una pintura del Che.
"Nosotros no tenemos nada que ver con el EPP, no creemos que haya
condiciones para la lucha armada en Paraguay. A los que tuvieron o
tienen vínculos con ellos, los hemos expulsado", dice este campesino,
alto, flaco, que habla más en guaraní que en español. Bazán sospecha que
el EPP tiene vínculos con los narcos --esta es una región en donde hay
miles de hectáreas sembradas de marihuana-- sobre todo provenientes de
Brasil, una frontera caliente a unos 200 kilómetros de aquí. "El miedo
ahora --dice-- es que si el gobierno no los atrapa, los hacendados
formen grupos de paramilitares, como pasó en Colombia. Y eso será muy
grave para nosotros", explica.
A las seis de la tarde oscurece en Concepción. El río Paraguay se vuelve
marrón oscuro y la mayoría de los negocios baja sus persianas. Es la
hora en que la Universidad del Norte abre sus puertas. Ubicada en la
esquina de Presidente Franco y Carlos López, la universidad es un
hervidero de estudiantes. Como la mayoría de los habitantes de esta
ciudad, hablan poco del EPP y dudan de que los puedan atrapar. Y hasta
hacen chistes: "Seguro que no los atrapan, porque alguno debe ser hijo
de Lugo no reconocido", dice uno de ellos, recordando que algunos
miembros de EPP fueron miembros de Patria Libre, un partido que apoyó al
presidente para las elecciones y que Manuel Cristaldo Mieres y Magna
Meza, ambos prófugos en el monte, fueron monaguillos de Lugo, cuando
éste era obispo de San Pedro.
En esa esquina hay, también, dos parejas de turistas canadienses con sus
mochilas y su infaltable botella de agua. "¿'Guerila' por acá?",
pregunta uno asombrado cuando Clarín comenta el tema. "No hemos visto",
agrega. La policía y el ejército, todavía tampoco, pero que los hay, los
hay. Debe ser que buscan a fantasmas o al invisible "Jasy Jatere".

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